Intolerancia a la lactosa: Esta es una condición derivada de una carencia enzimática, concretamente de la lactasa (divide la lactosa en galactosa y glucosa) para que pueda ser absorbida.
El intestino delgado produce esta enzima durante la lactancia y luego deja de hacerlo, no obstante, debido a ciertas mutaciones muchas personas y algunos animales siguen produciéndola.
Cuando se deja de producir la lactasa, esta no se absorbe en intestino y llega al intestino grueso donde ciertas bacterias si pueden aprovecharla y proliferan por encima de su concentración habitual y causan diarreas, flatulencias y molestias. Además, la lactosa arrastra mucha agua y otros nutrientes que estén disueltos, por lo que también condiciona la absorción de estos.
Este es el problema más habitual por el consumo de leche y no siempre remite cuando se deja de administrar, pero no es el único.
Alergia a los lácteos: No debe confundirse con el anterior, ya que los síntomas de este proceden de la respuesta del sistema inmune y el anterior no. En ocasiones los síntomas pueden ser similares, pero además de diarrea, hay picor, enrojecimiento de la piel y otitis. Menos frecuentes son los síntomas respiratorios. Pese a ser un problema menos frecuente que el anterior, si es cierto que los lácteos son alérgenos frecuentes.
A diferencia de la intolerancia, en la que era un azúcar el origen de los síntomas, en este caso procede de las proteínas de la leche y los síntomas sí remiten con la retirada del alimento.
¿Pueden beber leche los perros?
La respuesta va a depender del perro. La forma más sencilla de saberlo es dándole a probar este alimento, a sabiendas de los peligros que puede tener esto para su salud.
Desde luego no lo consideramos una práctica en absoluto recomendable y tampoco planteamos la posibilidad de que la alimentación de un animal dependa de este alimento pese a nutritivo que pueda resultar.
Fuente: soyunperro.com