Para muchos colombianos, viajar al Santuario de Las Lajas es un paseo anhelado que pocos están dispuestos a realizar.
Esto quizás porque se encuentra muy lejos de las principales ciudades o destinos turísticos, pero si está en el sur de Colombia y es fanático de las obras de arquitectura impresionantes, no puede dejar de venir.
El recorrido comienza en una plazoleta/parqueadero al borde de la carretera. Desde aquí se inicia un pintoresco descenso por una especie de poblado que vive del turismo religioso y de preparar los más variados platos típicos. Muchas de estas delicias casi no se conocen en otras zonas de Colombia, aunque su consumo es común incluso en otros países como Ecuador y Perú. Así que no pierda la oportunidad de probar el famoso choclo con queso o los preparados de maíz como embueltos (o humitas) y quimbolitos (de dulce), con un tintico caliente para el frío característico de esta zona.
Aunque será mejor que se deje antojar y siga su camino; en la subida de regreso seguramente querrá hacer una parada para descansar y de paso disfrutar estas delicias sin afán.
Mientras tanto, puede enfocar su atención en dos cosas fundamentales: el imponente paisaje, que deja ver poco a poco los picos de la basílica entre montañas y agua, y la cantidad y variedad de objetos que se venden en los pequeños kioscos.
La mayoría son de adoración, como escapularios, pulseritas, estampitas, velas de colores, cuadros, y claro, toda clase de accesorios para el frío y juguetes para niños. Pero hay uno que seguramente le llamará la atención más que cualquiera: botellas de plástico de todos los tamaños. En el Santuario hay una fuente de agua bendita, agua pura de montaña, que es recogida por los fieles para llevarla consigo.
Luego dejará atrás el comercio y comenzará a ver cientos de placas de agradecimiento a la Virgen de Las Lajas; está cerca de su destino. Es impresionante ver cuántas “acciones de gracias” son ofrecidas en retribución a bendiciones y milagros, y muchas de éstas llegan de otros países vecinos.
Después de una caminata de unos 20 minutos, estará frente a usted esta impresionante construcción que, si bien fue erigida en el siglo XX, se inició en el siglo XVIII como un santuario a la Virgen que hizo aquí su aparición. El interior del templo no es precisamente una joya del diseño, pero el hecho de haber sido construida en un cañón, a unos 50 metros de altura, la ha convertido en una de las 7 maravillas de Colombia.
Cientos de personas llegan aquí diariamente, sobre todo durante los fines de semana, en peregrinación y adoración a la Virgen de las Lajas. Incluso, muchos de ellos vienen desde Ecuador y cruzan la frontera por el día.
Después de un tiempo de analizar detalladamente cada rincón del santuario, de caminar por sus senderos y miradores, de preguntarse cómo hicieron o cuánto se demoraron e intentar descifrarlo, puede también inmiscuirse en el ambiente devocional. No es necesario ser creyente, pero ciertamente este lugar transmite una energía de tranquilidad y fe que debería ser de alguna manera asimilada. Visite la fuente de agua bendita, prenda una vela que se extinguirá junto a la de tantos otros viajeros o, si nada de eso es lo suyo, siga su camino de ascenso.
No podrá evitar mirar atrás de vez en cuando para seguirse sorprendiendo y, seguramente, se irá contento de haber conocido este remoto y asombroso lugar de Colombia.
Organice su viaje con tiempo, tómese unos días para visitar el sur de Colombia y conocer más sobre la cultura y tradiciones de esta región andina. Puede viajar directo a Ipiales, subir a Pasto, visitar La Cocha y llegar hasta Popayán y el Parque Nacional Puracé. No es un recorrido muy común, pero definitivamente es atractivo y lo llevará a conocer más sus raíces y el encanto que esta región guarda y comparte.
Fuente: viajala.com.co